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La Luna y Su Conejo,  Acrílico Sobre Tela

QUIEN SOY

La obra de Ximena Castro es profunda, intensamente colorida, de fácil apreciación, amable con la vista de quien la aprecia.Ineludiblemente pertenece a un estilo pictórico naïf: es espontánea, de un trazo autodidacta que no se preocupa por cumplir con las normas de la pintura academicista porque no las necesita.

Transita entre la candidez y el dramatismo; hay una simpleza en el trazo que, al mismo tiempo, se desborda en múltiples elementos: naturalistas, filosóficos, genealógicos.

En su pintura hay una búsqueda, una insistencia y una inmersión en la femeneidad, y con este elemento, se convierte en heredera de todo un movimiento de mujeres mexicanas que se pintan y dibujan a sí mismas y que también pintan y dibujan a otras mujeres. Este elemento de lo femenino, hace su obra trascendental.

Lorena Zamora Betancourt en su libro: 𝐸𝑙 𝑑𝑒𝑠𝑛𝑢𝑑𝑜 𝑓𝑒𝑚𝑒𝑛𝑖𝑛𝑜, 𝑢𝑛𝑎 𝑣𝑖𝑠𝑖𝑜́𝑛 𝑑𝑒 𝑙𝑜 𝑝𝑟𝑜𝑝𝑖𝑜, aborda este tema: la reinterpretación de la desnudez, la sensualidad y el erotismo en el cuerpo de las mujeres a partir de la visión de otras mujeres y no de hombres, siendo esto muy significativo ya que la historia del arte plástico ha establecido que los que dibujantes y pintores han sido hombres en un 99 porciento, imponiendo una visión masculina del concepto y de la idea de lo que es y de lo que debiera ser la desnudez femenina, reduciéndola al fenómeno de la sexualidad, del deseo carnal y del erotismo.

La visión que las mujeres tienen de su propio cuerpo y del cuerpo de otras mujeres en el arte, dista mucho de la mirada masculina: hacen intervenir elementos distintos, más emotivos, más porfundos, sublimes, terroríficos, místicos, cósmicos.

La obra de Ximena Castro, y ella misma, se insertan de lleno en este movimiento pictórico vanguardista que determina un momento crucial en la historia de las mujeres en el arte y en la política, desde mitad del siglo XX y principios del actual siglo XXI. 

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